domingo, 20 de septiembre de 2009 | By: El Nazareno

Erase and Rewind

Bueno, aquí republico algunos escritos que me han pedido porque ya son viejos y por ello no aparecen en la página principal. No es por falta de tema, aún tengo algunos pendientes pero los publicaré despues.

¿Soy o me parezco?


Podía observar que otro universo, similar pero inverso, podía verse a través del espejo. Intentaba traspasar esa barrera, mirar lo que mis ojos no me permitían, saber si había algo diferente a mi realidad. No podía. Simplemente me limitaba a observar.

Corriendo, fui a buscar un espejo al baño, que quedaba cerca del cuarto. Lo puse a mis espaldas. El efecto óptico me hacía cuestionarme cuántos reflejos podía distinguir. ¿Por qué hay tantos dedos sujetando un marco con relleno invisible? ¿Qué pensará ese tipo idéntico a mí? ¿Qué pasa si de pronto, deja de tener los mismos movimientos que yo, dejar de ser un simple reflejo?

Quizá yo sea un reflejo de la misma sociedad con la que diariamente me identifico, platico, río, lloro. Tal vez, y sin darme cuenta, adopto las cualidades y defectos de las personas cercanas a mí. Puede ser que nadie sea original, y todos seamos una copia de la fotocopia, al grado que ya no se distinga su contenido.

Si no, ¿Cómo aprendimos a hablar? ¿Cómo es que tenemos preferencias por uno u otro color? ¿Por tal corriente o género musical? No niego que, en base a la fidelidad de los valores que hemos aprendido desde pequeños, es lo más cercano que podemos estar a la identidad propia. Pero de eso a que alguien pueda argumentar que es 100% original en su estilo, dista mucho de la realidad.

También el entorno y las circunstancias definirán nuestro carácter. Si se cuenta con un ambiente tranquilo, generalmente la persona será más seria; si por el contrario, la situación es inversa, gustará de salir mucho a fiestas o será enojón, irritable, etc.
Las actuales tribus urbanas son el claro ejemplo a lo que me refiero. Los punketos, darketos, skaters, emos, y demás identidades populares juveniles sobre todo, comparten características en común. Por lo tanto, si se cuenta con dichos calificativos físicos, ¿Cómo pretende uno de ellos, anunciarse “original”? ¿Y los demás son piratas, o cómo?

“Es que yo soy único, no me parezco a los demás” escuchaba decir a un sujeto de no más de 19 años, seguro de sí mismo y de sus palabras. “Pues tienes dos ojos, una nariz y dos manos, igual que el resto de tus congéneres”, pensé dentro de mí. Intenté interpretar su idea mal expresada. Quizá se refería a que pocas personas comparten la misma opinión acerca de la vida o de otro tema. No se identifica con cierto sector social y ha encontrado una idea común con otro grupo de jóvenes con apariencia física poco común. Y si no era eso lo que intentaba decir, lo ignoro.

Me encuentro de frente al espejo, y veo al estereotipo de mí, Mirándome fijo a los ojos. Seguía mis movimientos con una precisión incalculable (o al menos, con una diferencia imperceptible) y deducía al momento “No puedo ser original. Al menos, soy una copia de ése que se encuentra frente a mí, que sostiene un espejo en su nuca e intenta buscar una diferencia en mi universo”

Del amor y otros efectos psicotrópicos


El amor es una droga, y eso me queda más que claro. Las primeras veces te hace sentir en otro mundo, te hace volar, alejarte de la realidad y pensar solamente en lo bien que te sientes bajo su efecto. Pierdes la noción del tiempo y el espacio, y deseas ese sentimiento para toda tu vida. Una vez que el efecto termina, sientes una resaca sentimental, y deseas tener más, conseguirlo a toda costa y con quien sea.

Crea una adicción que es difícil dejar. Una vez que el proceso de desintoxicación comienza, se sienten unas ganas poco sutiles de inyectarte una dosis de amor; pocos son los que en verdad su fuerza de voluntad los mantiene limpios. Si se recae, se atasca de compasión amorosa, llegando a la cursilería e incluso a la desesperación de perder su cantidad necesaria y hacer cualquier cosa por obtenerla (llegando a la humillación, en cualquiera de los casos).

Muchos, para poder superarlo, requieren a especialistas que les brindan terapias, las cuales les ayudarán a irlo dejando poco a poco. Muchos, gracias al poder de la sugestión psicológica, consiguen auto-convencerse de que no lo necesitas, gracias a las pláticas del galeno correspondiente. La enfermedad, de sumergirte más en ella, se va agravando, y de no controlar su consumo (sobredosis), puede provocar la dependencia crónica (para siempre) o la muerte (sí, hay personas que “mueren” de amor, aunque bajo otros términos).

¿Qué si a mí me gusta drogarme? Por supuesto que todos hemos caído en la tentación de probarla alguna vez, por curiosidad, “para que no me cuenten”. La verdad es que es muy placentera, pero sé las consecuencias que ocasiona. Y así como una persona sana respeta su cuerpo, yo respeto (o al menos trato de hacerlo…) mi espíritu y mi estabilidad emocional.

Y así como las drogas causan deterioro físico, igual el amor causa deterioro y secuelas emocionales. Cuántos no pueden vivir sin una pareja, sin recibir mimos y besos empalagosos, sin alguien con quién caminar sujetado de la mano, y que a menudo tienen depresiones por la falta de todo lo mencionado.

Es un riesgo; es apostar todo, teniendo poco para ganar. Leía hace un par de días, en un portal de Internet, un pequeño reportaje o una gran nota informativa, por llamarlo de alguna manera, acerca de que la tendencia de los hombres a vivir en soltería aumenta en la actualidad. No me parece ilógico, señalando las amplias ventajas que representa este estado: No se cuenta con un compromiso, por lo que permite salir con distintas personas, llegar a la hora de nuestra preferencia, evitar gastos innecesarios, no soportar dramatizaciones y desgastes innecesarios, mayor administración del tiempo…

En fin, no digo que el amor sea malo, pero hay que tomarlo con la madurez y la mejor filosofía personal posible. Aprender a estar estable permitirá una mejor calidad de vida y una mejor relación con las demás personas. Es bueno experimentar, pero ¡NO TE CLAVES!, recuerda, Di no a las drogas (y si te drogas, pues móchate…)

Carta en respuesta al amante de la soledad


Me doy cuenta de su atracción por la soledad, en su clara comparación con una mujer. Pero tenga en cuenta, querido amigo, que la atracción, después de un tiempo, comienza a mostrar su verdadero rostro, embelecido por el placer de no ser molestado por unas horas.

Pero la soledad es más que despertarse a las tres de la mañana y no saber dónde está el baño. Usted no es la soledad, querido amigo. La soledad es ser despertado a cualquier hora, por el eco de su voz interior. Eco producido por las paredes vacías, huecas de un alma solitaria. Con un alto grado de depresión. Es hablar en voz alta sin darse cuenta, y no tener alguien que le responda. Es ver sólo sombras, no los cuerpos. Es ver fantasmas, no la realidad. Es no tener una pierna para sostenerse, un brazo para sujetarse, una cabeza para pensar. Haber extinto las lágrimas en tus ojos, por no tener un hombro en el cual llorar.

Es estirar los brazos sólo al despertar, es besar tu almohada y platicarle al viento. Es compartir tus penas, tus ideas, tus pensamientos, tus planes, con el cenicero y el vaso. Es el sentimiento del cual intentamos escapar hablando de lo que sea con una persona, cantando una canción en el automóvil o componiendo una canción, bebiendo alcohol o bailando en un antro los fines de semana.

Es sentirte ajeno al mundo, es sentirte ajeno a tu propio cuerpo. Es gritarle a Dios y ser ignorado por el eco. Es aquel escalofrío que tintinea en cada vértebra, y que al llegar a la cabeza, recuerdas que sólo se escucha el débil latir del corazón.
La soledad, querido amigo, es un laberinto en el que un alma se pierde y consume lenta y agónicamente, sin remedio, pensando que cada charla, cada gesto amable es tan sólo una vuelta a la izquierda, de esa trampa sin salida. Es ir por la vida sin la venda en los ojos, que todo el presente te recuerde el pasado.

La soledad es enfrentarse solo contra el tiempo y el espacio, en una carrera sin relevos, sin competidores, sin reglas, sin jueces, sin camino, sin meta...
La soledad, querido amigo, es por la cual muchos se sienten atraídos, pocos realmente conocemos, para nada nos enamoramos de ella.

Enamorarse de la soledad es la mujer que se enamora de aquel que la golpea para sentirle superior, esperando su arrepentimiento para escuchar las súplicas angustiadas y evitar el abandono.

Enamorarse de la soledad es una patología peor que el sadomasoquismo.

Solo enfermo, se puede uno enamorar de la soledad.