jueves, 24 de septiembre de 2009 | By: El Nazareno

Entretejiendo la pobreza


Es fácil culpar y exhumar cuando se está del lado del juez. Cuán sencillo resulta culpar a otros culpables (que lo son) sin delatar nuestra propia responsabilidad. La naturaleza y nuestros propios costumbres y valores así nos lo han impuesto: nacimos para criticar sin ser criticados, o al menos, no es de nuestro agrado vernos frente a nuestro reflejo, el único sujeto capaz de no engañarnos.

Dicen que el gobierno tiene la culpa de nuestra situación. Y la tiene. Pero es necesario no olvidar que en esa fechoría existen cómplices inconscientes de esta connivencia: muchos de nosotros. Al dar una mordida para evitar un trámite, al intentar salir de pobres buscando el premio grande de la lotería, al no participar activamente en la política mexicana porque estamos más atentos al superclásico del fútbol; lo demás puede esperar. Pero la pobreza ahí sigue. El hambre no espera.

La mayoría de las personas dicen que para mejorar la situación económica hay que acabar con la pobreza; y es como definir a Dios como “algo”. Otros, un poco más orientados, dicen que se debe distribuir de manera más equitativa la riqueza. Es tan sólo la punta del hilo arácnido, y yo no pretendo desenredar la telaraña.

El mercado informal es un problema de tantos que tenemos a causa de esta no equidad económica. No está documentado, basta cruzar cualquier avenida o calle principal, para darte cuenta de la gravedad del problema: niños, mujeres, ancianos y también hombres con edad para trabajar, en las esquinas esperando algún carro con el parabrisas sucio. O vendiendo golosinas, llaveros, discos piratas, o simplemente pidiendo dinero a cambio de una cara de angustia no fingida, pero sí con un exhibicionismo remarcado, en busca de la compasión de la gente que tenga una moneda “que no afecte en nuestra economía”.

Si, es cruel ver a estas personas ante tales condiciones de vida; pero es más cruel ser el sostén de estos “trabajos”, que genera más ingresos que un obrero u otra persona que perciba el salario mínimo como paga por sus jornadas de 8 horas o más, ante actividades sumamente desgastantes. ¿Cómo estamos manteniendo esos trabajos informales? Regalando una moneda a una indígena (para nada con connotación despectiva), o al muchacho de la franela que cuida nuestro carro.

¿Cómo solucionarlo? No es nada sencillo, si tomamos en cuenta que el mercado informal ha llegado a generar hasta 33% de la economía nacional. Esto es originado porque las oportunidades de empleo son escasas, la paga es paupérrima o no se les brinda por discriminación de tipo racial, sexual, física y un considerable etcétera. Los estereotipos han sido causales de nuestros más grandes errores, han transformado a un ratón en un monstruo y han alimentado a la pobreza por marginación de manera preocupante. Es obvio que cualquiera busca nuevos horizontes económicos, y los encuentran en los ya citados, además de otros como la prostitución, el robo y el narcotráfico.

La siguiente pregunta se refiere a cómo generar empleos para estas personas. Ello ya requiere la participación de los altos funcionarios: aprobar leyes para que las PyMES puedan crearse de manera más sencilla y sin trámites enredosos; esto permitirá a un pequeño o mediano empresario producir con mayor efectividad y prontitud, y así hacer crecer su empresa; a su vez, requerir un mayor número de empleados que cumpla con las expectativas de desarrollo y brindar esos huecos de empleo que sufrimos. Para que las empresas nacionales crezcan –y ahora sí, en lo único en lo que ha acertado el PRD en sus spots durante su campaña para las elecciones del 2009- es consumiendo productos nacionales; de nada sirve la proliferación del mercado nacional si como consumidores lo seguimos despreciando.

También considerar el trabajo del subordinado. No descartamos la importancia del gran empresario, emprendedor y con gran capacidad de liderazgo, pero no olvidemos que la fuerza de trabajo, la “mano de obra” hace funcionar a la empresa de igual manera, por lo que una retribución considerable mejorará el desempeño del trabajador y su relación con sus compañeros y jefes. La comisión Nacional de Salarios mínimos podrá establecer el doble del salario mínimo actual, así como reformar la Ley Federal del Trabajo y establecer un organismo que regule el pago efectivo del salario al trabajador, así como sus ingresos extra (vacaciones, indemnizaciones, horas extra, aguinaldo y otros) y verificar que cada empresa maneje todos estos parámetros en sus contratos.

Otro factor también le compete: la educación. Pero no se trata de construir una escuela primaria o secundaria y mostrar que eso es un ejemplo de apoyo a la educación, sino diseñar proyectos para que los estudiantes reciban capacitación que en un futuro les sea útil, y no los talleres que se imparten actualmente, que quizá en un año o dos olviden.

Obviamente, que de esas habilidades desarrolladas surjan oportunidades de empleo bien remuneradas: es cierto que una persona con licenciatura o doctorado debe recibir mayor cantidad de ingresos por su acervo cultural y gran conocimiento de su especialidad. Pero un barrendero, un electricista y otros empleos considerados inferiores de manera errónea, también deben recibir un salario considerable, pues son actividades pesadas físicamente.

Pero ello probablemente signifique un yate menos, un viaje a París cancelado, una mansión que tendrá que esperar. ¿Pero cómo me van a hacer eso a mí?, preguntaría el gran empresario. ¿Cómo le quiero quitar un pelo a un gato? Soy un desconsiderado, desalmado e inconsciente.

Si estos individuos decidieran no cumplirse sus “pequeños caprichos”, muchas personas estarían más interesadas en trabajar en alguna empresa, no importando la labor. Ya no estarían interesados en cuidar coches, limpiar parabrisas o vender playeras en los tianguis. Ello reactivaría gran parte del dinero al Producto Interno Bruto, al dejar la economía informal de lado. Generarían mayor cantidad de recursos gracias al pago de impuestos y, por ende, habría mayor presupuesto público; sin contar las inversiones de los pequeños y medianos nuevos empresarios.

Ojo. Esto, como lo dije al principio, no pretende desenredar la gran telaraña socioeconómica en la que nos vemos inmersos, simplemente pretendo mostrar utópicas soluciones en un panorama imaginario. Después de todo, no es un delito soñar; si así fuera, los pobres y los periodistas pagaríamos cadena perpetua.