viernes, 31 de octubre de 2008 | By: El Nazareno

"...Porque es como todo, hay cosas que ni qué..."

El lenguaje es algo tan sencillo, que el más humilde de los humanos lo puede utilizar; y tan complejo, que se puede explicar lo inexplicable con él. Existen tantas palabras, como objetos en el universo, pues la lengua cambia, evoluciona y propone neologismos. Hay frases para toda ocasión y circunstancia. Puede salvarnos de un grave aprieto, y puede condenar al más inocente. Puede provocar una guerra, o puede salvar vidas. Puede transformar el amor en odio en dos vocablos.

Pero esa herramienta resumida en un conjunto de códigos lingüísticos tan amplio, lo hemos sabido reducir a su mínima expresión a la perfección.

Entre comentarios, he escuchado que el idioma va en retroceso, debido a que en los diversos medios de comunicación se educa para utilizar el menor número de palabras posible. Pero, ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Si bien es cierto que la televisión nos muestra lo que queremos ver, creo que se reduce el número de personas que enriquecen el lenguaje; y las masas lo distorsionan, reducen y tergiversan, es decir, el lenguaje de los medios es el reflejo del de nuestra sociedad. Recuerdo mi incredulidad de la capacidad de una charla de alto nivel intelectual al leer “Diálogos” de Platón. Quizá mi incertidumbre se deba a la costumbre de la monotonía al escuchar a las personas que me rodean.

Los ejemplos sobran. Sólo son una muestra de tantas circunstancias que experimentamos a diario de la falta de comunicación que cada vez más nos va asfixiando las palabras, hasta que ya no tenemos más que decir. En cuántas familias ocurre que simplemente arriban a casa con frases como: “Ya llegué”, expresiones más secas que el desierto. Al ir en el transporte solo utilizamos el lenguaje verbal para pedir permiso y recorrerse en el pasillo, u ocupar un asiento vacío. ¿Cuántos dan los buenos días al pasajero próximo?

A quién no le ha ocurrido que al enojarse con alguna persona, bloquea la comunicación. Es tan sencillo tomar la iniciativa y comenzar la plática. Imagino que la mayoría hemos experimentado ese tipo de problema, en el que un “Lo siento” resulta más complicado de decir que un discurso de filosofía.

En infinidad de salón de clases, en el que el auditorio escucha la clase en silencio, pero sin atender. Al momento de las dudas, prefieren quedarse con ellas, a tratar de comunicarse para resolverlas.

Infinidad de personas han consumido la obra cúspide de Miguel de Cervantes Saavedra, en su versión (o bien, subversión) 2.0 (Por cierto de las nuevas ediciones, hoy en día), pero en la actualidad, ¿Alguien se atrevería a desempolvar nuestro idioma?

“Vamos a echarnos unos drinks en el bicho de la esquina, lleva tu cel prendido para echarte un fonazo”. El lenguaje es corrompido y tergiversado a manera en que la sociedad lo solicita, y nosotros simplemente nos sentamos en un sillón y observamos el espectáculo. Podemos verlo en casi todas las personas, excluyendo por supuesto a los grandes literarios intelectuales, pero escuchar hablar a un tepiteño es verdaderamente enriquecedor, pues pareciese que es un nuevo idioma, no a modo de burla. ¿Es esto evolución o retroceso? ¿O simplemente estamos ante algo diferente? “Los msjs kda vez c me ase + komplikdo leerloz, + zi ez d sta manera”.

Pareciera ser que es más fácil no usar la comunicación, que emplearla para satisfacer nuestras necesidades. Da la apariencia que al buscar la solución en algún problema, lo más accesible es dejar de hablar. Y se ha vuelto tan normal el empobrecer algo de lo más rico que tenemos, que hemos recibido sin dar nada a cambio.