lunes, 7 de junio de 2010 | By: El Nazareno

Un mundo sin madrigueras


La privacidad en el siglo XXI ha pasado de ser un derecho a un mito, una leyenda del pasado que contaremos a nuestros hijos y nietos que alguna vez existió. Quedará como una anécdota con la que divertiremos a las nuevas generaciones y que se mencionará en los libros de texto como una palabra en desuso, seguramente.

La primera vez que ví la película Enemigo público -desde mi cerrado y subjetivo punto de vista, la mejor película en la que actúa Will Smtih-, creía que era muy buena, pero la observaba como mera ficción; bastante entretenida y me maravillaba por la manera en que el actor encontraba diversos aditamentos para ser vigilado. No lo consideraba en la realidad, aunque me preguntaba "¿y si fuera cierto?".

Básicamente, nunca la hemos tenido. Todo inicia desde que nacemos y toman nuestros datos en el registro civil; cuando ingresamos a la escuela, cuando ingresamos a la escuela y a algún grupo social que requiera registro; cuando vamos al hospital y sobre todo cuando tramitamos nuestra credencial que nos avala como ciudadanos votantes: el IFE.

Todo se resume a una cosa tan sencilla como la Clave Única de Registro de Población, o CURP por sus siglas, en la que con sólo saber un código de números y letras, se tiene acceso a todos tus datos: dónde estudiaste, dónde naciste, quiénes son tus familiares, en dónde vives, etcétera. Según para el control de las personas, pero creo que ello se refiere sólo a ciudadanos comúnes y con trabajos legales.

¿Qué privacidad podemos alegar, si después de la reforma judicial un policía puede ingresar a nuestro domicilio sin una orden judicial? ¿Cómo será en el futuro, si dentro de nosotros tendremos un chip mediante el cual alguien puede saber nuestra ubicación, lo que estemos haciendo, además de todos nuestros datos a manera de historial?

El gato muro de curiosidad, y la mujer de vanidad

El caso de Angie Sanclemente es otro rollo. Evidentemente, una persona involucrada hasta los tuétanos en el negocio negro no puedee darse el lujo de tener un perfil en una red social y colgar sus propias fotos y una que otra información adicional, porque son pequeñas huellas que las autoridades siguen. Ella hizo lo propio, para encandilar a los demás con su belleza, y fue detenida hace un mes aproximadamente.

Evidentemente, ya hablé de lo ocurrido con el caso Mart{i y no tiene caso explicarlo todo de nuevo, sólo retomaré el hecho de que en las redes sociales no existe la privacidad porque nuestro instinto exhibicionista lo impide; los culpables no son los que ofrecen, sino los que consumen -a menos que se obligue a consumir, pero no es el caso.

También hay algunos aditamentos que se venden como papas en la televisión, pero estos productos son anunciados con fines de invasión de la privacidad de los demás; esos pequeños aparatos que son para mejorar el sentido auditivo y que señalan en el infomercial que "pueden usarase para escuchar las conversaciones que no se pueden escuchar sólo con el oído".

Entre la ficción y la realidad cada vez hay pasos más cortos. Lo que vemos en una película con tintes futuristas de espionaje cada vez se hace más real y la tecnología explota esa burbuja que llamamos privacidad, para darnos cuenta de nuestra verdadera naturaleza, un grupo de personas sin nada qué esconder; ello sería bueno si no existieran dos cosas: la delincuencia y el capitalismo. Pero ambas cosas permanecen y la privacidad se nos va... para nunca más recuperarla.