martes, 8 de diciembre de 2009 | By: El Nazareno

Todo es uno


Somos un manojo de polvo espacial, sin algo de especial. Vivimos nuestra vida con la finalidad de modificar nuestro entorno, la vida de las personas a nuestro alrededor, y con ello el destino de todo el universo. Lo mismo que hacen todos.

Imaginé que era un niño en una tarde sobre la playa, con una cubeta y una pala para arena, construyendo un gran castillo con todos los detalles marcados; después, una red de caminos que, apartir de la puerta del castillo de arena, llevan hacia alguna parte; consecutivamente algunos objetos que adornaran la obra maestra erguida en el centro, y así hasta cansarme. Una vez fatigado, tendría dos opciones: deshacer todo por mi propia cuenta, o dejar que la naturaleza (el aire, las lluvias, etc.) lo haga por mi.

Después, pensé en Dios como aquel infante, entretenido por su creatividad y paciencia, creando mundos, galaxias, ciclos, estrellas... La pregunta aquí es: ¿Qué es el castillo? ¿La Vía Láctea? ¿El Sistema Solar? ¿La tierra (como planeta)? ¿Yo?

No es un acto de egocentrismo, pero lo analizo detenidamente: Puedo verme desde adentro, conduzco mi propio destino, y Dios me hace sentir que todo lo demás fue creado para mí.

Y así para cada persona. Puede ser que exista un Dios creador de todas las cosas para cada castillo, que somos cada uno de nosotros. Quizá todo lo que conocemos a través de nuestros sentidos fue creado en un universo paralelo y de manera personal, mezclado y unificado en lo que se conoce como "realidad", "existencia" u otros significantes para tan complejo significado.

Al final, todo es uno. Materia y antimateria, energía en ciclos, o ciclos cíclicos. Es claro deducir eso, pero lo divertido (aunque para muchos exasperante) está en el proceso. Esperemos que el niño nunca se aburra con la arena.