miércoles, 9 de diciembre de 2009 | By: El Nazareno

Relleno hueco


Programas de televisión de actos bizarros -como accidentes, vómitos, y otros-, juegos de concursos, bloques de música enormes en la radio, hi5, facebook... Podría continuar con una vasta lista de elementos que rellenan nuestra vida de ocio (en algunos individuos mayor, en otros muy escaso), pero que no aportan nada a nuestro intelecto; nuestra manera de crecer como personas, como se dice coloquialmente.

Pero, ¿cómo resistirse a cuidar a nuestra mascota virtual? Parece un reto difícil de cumplir. ¿Mirar y etiquetar las fotos de aquellas gratas fiestas y reuniones? Muy tentador. Y, sobre lo anterior, lo imprescindible de estas grandes redes sociales, es publicar textos para ejercitar la capacidad de redacción -como en este blog-. Sin embargo, ¿Qué pasa cuando se sale de nuestro control?

En mi laptop instalé el antivirus Nod32, y cuando carga el Sistema Operativo (Windows), aparece un mensaje que, desde la primera vez que lo ví, me ha llamado la atención: "We protect your digital worlds". Mundos digitales... Escalofriante, pero cierto. Ojos frente al monitor y dedos sobre las teclas, desaparecemos de nuestra realidad física, para dentrarnos en el ciberespacio.

Hoy, el internet se ha vuelto, al igual que la televisión y otras tecnologías en su momento, indispensables en la cotidianidad, e incontables resultan las ventajas que ofrece la web para una persona que sepa utilizarla correctamente: ofrece consulta de datos de instituciones en las que normalmente el trámite es más complicado, permite encontrar productos que quizá tardaría mucho más tiempo encontrarlos sin una computadora con Internet, permite comunicar con personas al otro lado del mundo el tiempo que sea necesario sin pagar grandes tarifas, y podría listar todas, aunque me llevaría mucho más espacio.

Pero esta herramienta resulta contraproducente cuando no se utiliza bien. Y no me refiero a saber mover un Mouse, teclear rápido, saber encender el CPU o navegar en el ciberespacio; me refiero a la mentalidad. Al hecho de hacer de la gran red todo el tiempo y espacio que ocupa nuestras vidas, como si fuera The Matrix.

Citando el ejemplo más claro y específico de este fenómeno, un hombre en la ciudad de Guangzhou, China, falleció tras permanecer en línea tres días consecutivos. Esto en un café internet del lugar ya mencionado. Se asegura que hacía apuestas a través de la computadora, y probablemente, endulzado por la miel de la adicción a las apuestas y la comodidad que representa el hacerlo frente a un monitor, cayó fulminado al suelo; el equipo médico no pudo realizar la osadía de salvarlo.

Pero ése es sólo el ejemplo más drástico por mencionar. No quiero imaginar la cantidad de personas que gastan más de 8 horas tras un ordenador (entre trabajo, navegar en casa, etc.). Y el caso más triste y tan real como preocupante, el de aquellas personas que depositan todo su tiempo, energías y sentimientos, a crear una vida social en grupos de Internet, algunos llamados “chats”, otros llamados “foros de Internet”, etc.

Recordando a la palabra hecha humano, el señor Octavio Paz, en su ensayo escrito en “El laberinto de la soledad” precisamente homenajeando a este melancólico sentimiento, se podría aplicar hoy a este grupo de personas que, inmersas en el silencio de una sociedad individualista, prefieren desplayar esa introversión a través de códigos binarios, ocultando rostros y evitar la resaca de una confrontación física.

Y es verdad, una realidad no tan solo del mexicano, sino que en todas partes del mundo. El Internet nos comienza a crear esa soledad, soledad que no existe sino cuando nosotros mismos la creamos. Somos presa crítica de la sociedad, que sin saberlo, siente un mayor miedo a ese aislamiento, que crece cuando no aprendemos a estar bien espiritualmente (que no religiosamente).

Por eso, hay que aprender a usar el Internet como lo que es; una simple herramienta que nos permita ser más eficaces, no que provoque un retroceso en las habilidades y cualidades del ser humano, la autonomía y la colectividad. Es un utensilio de la vida, no un estilo de vida.