domingo, 23 de mayo de 2010 | By: El Nazareno

Nomás se desmorona, no se rompe.


La historia no miente, es una frase que seguramente los miembros de Partido Acción Nacional tienen en cuenta, después de haber aprendido de los defectos del rival, que por algunos descuidos perdió todo el poderío que representaba para la oposición en la escena política de México.

No hay que remontarnos a un pasado muy lejano, pues el Partido de la Revolución Democrática ya mostraba el empuje de la ideología izquierdista, desde que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988 ya representaba el 6% del descontento de la gente con el autoritarismo disfrazado de los Priístas.

Para 1994, el apoyo del populismo era más evidente, y los pequeños partidos se fusionaron para crear el PRD, surgido básicamente de dos escuelas políticas: los expriístas que aparentemente buscaban el cambio político-social del país, como Cárdenas Solórzano y Muñoz Lerdo, y otros izquierdistas de vieja escuela, teniendo como principal representante a Gilberto Rincón Gallardo.

Esto no fue ningún obstáculo para que el PRD fuera un experimento con éxito. En las elecciones a nivel federal de 1988 los democráticos alcanzaron más del 30% del total de los votos, lo que indicaba que el movimiento popular crecía conforme el tiempo iba pasando y aumentaba la incomodidad de la sociedad mexicana.

Por supuesto, los fraudes siempre truncaron las aspiraciones de la izquierda de México, y el candidato Cárdenas no propuso un movimiento de inconformidad, temiendo a que ello provocara divisiones, enfrentamientos e inclusive un posible golpe de estado, así que "no pasó nada con la caída del sistema".

Las elecciones de 1994 y 2000, la izquierda estuvo muy controlada, pues parece una casualidad que en ambas elecciones el PRD, con las famosas alianzas, alcanzara más de 15% pero menos de 17% de las votaciones. el PRD parecía fuerte, pero la marejada populista apenas soltaba algunas pequeñas olas.

En 2006, un polémico sujeto de nombre Andrés Manuel López Obrador sería el último tsunami de los revolucionarios democráticos. Las elecciones, al igual que en el pasado, estuvieron llenas de irregularidades y con más candados que la caja fuerte de Carlos Slim. Evidentemente, demostrar el fraude era más difícil que en el pasado, pero hubo pequeñas evidencias, como los basureros en el bordo de Xochiaca con papelería electoral y otros. Ni siquiera tuvieron la decencia de quemarlas o borrarlas del mapa de otra manera.

La dudosa ventaja de menos de 1% de Felipe Calderón provocó muchas dudas tanto de los Perredistas, como de la sociedad que los apoya. Pero AMLO no era Cárdenas Solórzano, él sí estaba dispuesto a convocar a una resistencia pacífica, que con el tiempo se mermó, pero la intención era muy buena. Inclusive en el muy mentado plantón de reforma -donde según "secuestraron" a la ciudad- se ofrecían actividades culturales y de otras índoles.

¿Qué falló entonces en la resistencia? no fue boicot del PRI ni del PAN, mucho menos influencia de los empresarios mexicanos o de Estados Unidos para que la izquierda llegara al poder. Fueron los mismos perredistas los que sepultaron el sueño de ver una posible democracia (o algo más cercano a ella que los representantes de la política actuales).

La división del PRD la representaron los chuchistas (seguidores de Jesús Ortega) y los propios de Alejandro Encinas. A partir de esa contienda, el PRD sufrió una fractura en su poder político, y ya no hubo forma de reestructurarlo, pues la confianza de los ciudadanos se perdió, y AMLO decidió proseguir un show quizá innecesario. Tal vez su objetivo era el adecuado, pero no el proceso.

El PAN tiene esto muy en cuenta, y aunque la presencia de los yunquistas y los derechistas tradicionales ha provocado algunos roces (sobre todo en la muerte de Mouriño), el PAN sabe que no puede cometer el mismo error del PRD. Por ello Felipe Calderón pide la unión del partido, y por ello Santiago Creel lo apoya. Por ello, después de perder la gobernatura de Mérida, en la Asamblea Nacional del PAN se renovaron a los 300 consejeros y se colocó a la gente más cercana, como Josefina Vásquez Mota y la misma Margarita Zavala, pero Creel fue de los más votados.

Renovar o morir... políticamente.