lunes, 17 de mayo de 2010 | By: El Nazareno

Agachones


Es cómodo para cualquiera deslindarnos de las responsabilidades que, sin saberlo, también nos corresponden. Preferimos recibir un regaño cuando lo necesitamos, y también cuando no. Cancelamos obligaciones o compromisos sin importar la consecuencia y tratamos de echarle la culpa a cualquier involucrado directa o indirectamente en nuestra cotidianidad.

¿Qué pasa cuando toca enfrentar dichas responsabilidades? No pasa nada. El problema ahí está por su naturaleza y no hay motivo para resolverlo si aún se puede sobrellevar el problema. En dado caso de que el daño sea severo e implique una traba, se le buscará una solución y si no se le encuentra, el responsable intenta disfrazarse de héroe al ser detector (inepto, por cierto) de soluciones.

Siempre nos quejamos de la delincuencia que nos aqueja, y pocos patrones apoyan con buenos salarios a sus trabajadores, o a la generación de mayor número de puestos en una empresa; preferimos que un solo trabajador, por un salario medio o bajo haga el trabajo de tres personas.

Nos deprime el nivel de corrupción en México, pero igual nos sentimos deshechos cuando buscamos de una u otra manera ese puesto tan deseado, y nos sentimos aliviados cuando el policía acepta el trueque en el momento a cambio de la omisión del delito menor, pero no imaginamos que ocurre lo mismo con delitos mayores cometidos por criminales.

Criticamos las acciones políticas de los partidos contra la pobreza y desempleo, pero no tenemos un sustento para argumentar los defectos específicos y sólo repetimos lo que los medios presidencialistas nmos embarran; o simplemente porque lo dijo un amigo que "se veía inteligente y parecía que sabía lo que decía".

Arremetemos verbalmente contra el gobierno federal en su lucha contra el narcotráfico, pero a la vez nos echamos un churrito de vez en cuando o nos hacemos más patos que el mismo Donald cuando sabemos quién, dónde y a qué hora vende droga; al fin que "a nosotros no nos afecta", creemos.

Reprochamos que nuestros políticos ganen cantidades estratosféricas de sueldo y prestaciones, cuando nosotros ganamos dos o tres salarios mínimos por trabajos más complicados -en ocasiones-, pero "qué le vamos a hacer, ellos son los del poder" y pecamos de agachones.

Nos reímos de los videos graciosos, burlándonos de la gente con problemas mentales e inclusive los hacemos estrellas de televisión, pero hacemos pucheros cuando se trata de un familiar nuestro, para que la gente se apiade de nuestra desgracia. Y creemos que con dar cien pesos en el Teletón se limpian nuestros pecados, cuando mejor podríamos visitar a alguna persona con cierta discapacidad (no capacidades diferentes, porque los eufemismos aquí sobran) aunque sea una vez al año.

Nos llenamos de ira ante personas como El gober precioso o Kamel Nasif, pedófilos y pederastas con una mente más retorcida que la raíz de un ahuehuete, pero nos desconcertamos y hasta nos ofendemos cuando aparece una nota de Marcial Maciel y de sus repulsivos actos, o de las anécdotas de la guerra Cristera.

Nos entristecemos cuando escuchamos a Elba Esther Gordillo, nuestra "maestra" lideresa del SNTE, no poder pronunciar la palabra epidemiológico, pese a leerlo en plena conferencia; pero no reparamos en que nosotros gozamos de beneficios de saber leer, cuando el analfabetismo en méxico aún está latente en las nuevas generaciones, o preferimos ver los nuevos videos de MTV en lugar de leer un libro.

Así estamos constituidos como mexicanos: unos sujetos agachones que definitivamente no hacemos lo que nos corresponde porque no es nuestra responsabilidad; creemos que esta vida es solo para trabajar como negro y recibir cualquier pago, pues el destino así lo quiso. Nos burlamos de todos y de todos porque es una condición humana que no podemos cambiar. Vivimos en una sociedad que tiene miedo a los grandes cambios, y que necesitamos un líder porque sin él somos materia inerte, e incluso hay personas que ni con un bulldozer saldrían del fango.

Esperamos con ansia el próximo partido de la selección, el próximo libertadores y la siguiente UFC, pero no reaccionamos a lo que ocurre alrededor. Que importa que la lideresa de los trabajadores de la educación no sepa ni leer o que la pederastia siga en las organizaciones católicas. Poco vale todo lo que pasa en México. ¿Por qué? Porque la naturaleza nos dotó de una característica a la cual somos inherentes: ser agachones.

P.D. Ya había escrito algo similar, pero lo escribo de nuevo. ¿Por qué? Porque pretendo no ser agachon.