martes, 18 de noviembre de 2008 | By: El Nazareno

Tu ausencia


Cuando el gélido aliento emitido de tus labios rosaba mis sentidos, todo el presente se desvanecía con degradante nitidez. Comprender que la ausencia de los suaves ósculos de tus labios me causaba una nostalgia que desgarraba mis entrañas, me llevó bastante tiempo. Ya no habrá más recorridos de mis paulatinas huellas táctiles por el delicado sendero de tu piel, ni fulgor de deseo al encontrarme en el universo de tus ojos, y tú en los míos. No más dedos entrelazados, apretándose unos contra otros, esperando desatar la apocalíptica pasión que acababa con nuestro pudor. No más de ti.

Mi piel ya no se erizará de nuevo al deslumbrarse con el brillo de tu alma; antes bien, se marchitará al no ser regado por la brisa veraniega de tu presencia. Tu ausencia resultó una embestida para mi ser. Carga letal, que fulminó las esperanzas siquiera de ponerme en pie.

Te llevaste todo: esperanzas, energías, sueños, fantasías, dolores, alegrías. Vaciaste mi espíritu como un ladrón deja seca la casa que hurta. Cruel cleptómana de amor; pasaste como un tornado, destrozando toda fe a tu paso, sin medir consecuencia alguna.

Crucificaste el vago pero colosal sentimiento con los atormentantes clavos del olvido. La cruz es pesada, como el día sin un abrazo tuyo. Desangra el corazón y el ser se intoxica lenta y agónicamente, resultado de esa puerta cerrada, de esa cortina que ondea sin razón y del silencio que taladra mis oídos.

Tus uñas ya no repasan toscamente mi espalda, ni tus labios tatúan en mi rostro tu recuerdo. Dejaron de propagarse aquellas noches infinitas, llenas de estrellas que deslumbraban el cuarto y brillaban al ritmo de nuestros cuerpos. Ya no nos fusionaremos en un solo cuerpo, en un solo cielo oscuro, en una sola cobija, en una sola alma.

Aún le cuento al techo la nostalgia de tus últimos pasos hacia la puerta, y fantaseo otra realidad. Aún veo entre sueños que das media vuelta y vuelves a mis brazos, esperando fundirte conmigo una o dos eternidades. Aún mis manos tienen tu figura plasmada en cada centímetro de ellas.

Aún mi boca espera de nuevo ese aliento gélido, que se pierde en el viento, para perderse en la inmensidad de la noche, escaparse por la ventana y no regresar jamás.