jueves, 6 de noviembre de 2008 | By: El Nazareno

Carta escrita en respuesta al amante de la soledad


Estimado compañero bohemio:

Me doy cuenta de su atracción por la soledad, en su clara comparación con una mujer. Pero tenga en cuenta, querido amigo, que la atracción, después de un tiempo, comienza a mostrar su verdadero rostro, embelecido por el placer de no ser molestado por unas horas.

Pero la soledad es más que despertarse a las tres de la mañana y no saber dónde está el baño. Usted no es la soledad, querido amigo. La soledad es ser despertado a cualquier hora, por el eco de su voz interior. Eco producido por las paredes vacías, huecas de un alma solitaria. Con un alto grado de depresión. Es hablar en voz alta sin darse cuenta, y no tener alguien que le responda. Es ver sólo sombras, no los cuerpos. Es ver fantasmas, no la realidad. Es no tener una pierna para sostenerse, un brazo para sujetarse, una cabeza para pensar. Haber extinto las lágrimas en tus ojos, por no tener un hombro en el cual llorar.

Es estirar los brazos sólo al despertar, es besar tu almohada y platicarle al viento. Es compartir tus penas, tus ideas, tus pensamientos, tus planes, con el cenicero y el vaso. Es el sentimiento del cual intentamos escapar hablando de lo que sea con una persona, cantando una canción en el automóvil o componiendo una canción, bebiendo alcohol o bailando en un antro los fines de semana.

Es sentirte ajeno al mundo, es sentirte ajeno a tu propio cuerpo. Es gritarle a Dios y ser ignorado por el eco. Es aquel escalofrío que tintinea en cada vértebra, y que al llegar a la cabeza, recuerdas que sólo se escucha el débil latir del corazón.
La soledad, querido amigo, es un laberinto en el que un alma se pierde y consume lenta y agónicamente, sin remedio, pensando que cada charla, cada gesto amable es tan sólo una vuelta a la izquierda, de esa trampa sin salida. Es ir por la vida sin la venda en los ojos, que todo el presente te recuerde el pasado.

La soledad es enfrentarse solo contra el tiempo y el espacio, en una carrera sin relevos, sin competidores, sin reglas, sin jueces, sin camino, sin meta...
La soledad, querido amigo, es por la cual muchos se sienten atraídos, pocos realmente conocemos, para nada nos enamoramos de ella.

Enamorarse de la soledad es la mujer que se enamora de aquel que la golpea para sentirle superior, esperando su arrepentimiento para escuchar las súplicas angustiadas y evitar el abandono.

Enamorarse de la soledad es una patología peor que el sadomasoquismo.

Solo enfermo, se puede uno enamorar de la soledad.