lunes, 11 de octubre de 2010 | By: El Nazareno

Sufro... cómo sufro.

Pensé que nunca terminaría, y una vez que así fue, pensé: -Vaya gran escena de dramatismo conformista de Jorge Ortiz de Pinedo- en un capítulo de la serie "Una familia de diez". Como debía y los guionistas tenían calculado, esa parte terminó con un sueño vuelto realidad, para regocijo de los televidentes de estrato socioeconómico de medio a bajo y seguidores de programas del estilo.

Vivimos en un país surrealista, paradójico por tener uno de cada dos habitantes en situación de pobreza y a la vez albergar al hombre más rico del mundo hace unos años. Una nación individualista en la que el que ha conseguido un mejor puesto es por alabar al de arriba y pisotear en secreto al de al lado. Un lugar en vías de desarrollo, pero con gente pobre y despilfarradora en las fiestas.

No hace falta investigar los datos en libros ni mirar imágenes en internet, basta caminar un par de cuadras para darnos cuenta de nuestra realidad en cada niño de semáforo que malabarea con pelotas, en cada vagabundo que aborda el subterráneo mendigando una moneda para su "mona" o en cada policía corrupto que busca ganarse unos centavitos extra aunque ello signifique violar la Ley y su integridad moral.

A nivel macro, México alberga un circo de personas paupérrimas de autoestima que buscan ser millonarias económicamente y saciar ese vacío que les provoca depositar todos sus sueños en un pedazo de papel llamado dinero. Los videoescándalos, los saqueos de los presidentes excusados en las grandes obras que hicieron a la nación y otros atropellos son ejemplo de esta subespecie de humanos.

La otra subespecie nos califica a la mayoría como una raza conformista, que se queja del gobierno y la mediocridad de sus acciones, pero con la capacidad de olvidar su molestia con un buen clásico de fútbol o el capítulo final de la tan promocionada telenovela. Algunos de ellos buscamos expresar nuestra inquietud con palabras, pero a ésas el viento se las lleva.

¿Qué mas da que el patrón no nos pague horas extra e incluso nos descuente horas por escasos minutos en los que llegamos tarde, aunque se trate de una emergencia? Mientras el jefe no nos corra del trabajo, estaremos agradecidos por el mísero sueldo para pagar apenas las necesidades básicas, aunque él estrene automóvil cada año, o que el policía de la grúa se lleve nuestro carro aunque esté en lugar permitido, porque no podemos hacer ni decir nada (aparentemente).

Nuestro superhéroe no material es el mundo de sueños cumplidos, donde nos reflejamos en cada personaje porque éste cumple sus propósitos y vaciamos nuestra catársis emocional soñando en que nos ocurra lo mismo, pero la caída llega una vez que el botón POWER es presionado. Cuando la televisión nos abandona, nos quejamos constantemente ante todos porque ese sueño se ha esfumado.

"Lo importante es que estemos unidos como familia, no importa que estemos en la peor de las condiciones de pobreza" podría resumirse en un slogan el sermón de Plácido López. Y así, los miles de mexicanos que siguen esta transmisión se quedan con esa moraleja; dejarán de buscar el sueño de defender la correcta remuneración de su trabajo sólo porque es mejor que la familia siga unida, aunque jodida. Lo triste es que de esto, muchas sólo cumplen con el segundo parámetro.

La postdata es la clave de la pobreza en México: en el capítulo del programa mencionado hacen una serie de preguntas de cultura general a la familia y la ignorancia es lo que los mantiene en ese nivel económico tan asfixiante.