domingo, 28 de junio de 2009 | By: El Nazareno

"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra..."

Manuel Zelaya fue arrestado horas antes de celebrarse un referendo para ampliar su poderío político, es decir, para establecer las bases en las que el período de gobierno del presidente pueda extenderse, cuando el período es no renovable. Los militares arribaron, durante la madrugada del domingo, a la casa del mandatario de Honduras en Tegucigalpa para recluirlo, y finalmente deportarlo a Costa Rica.

Inmediatamente, la afamada (por el caso de la reaceptación de Cuba en este año) OEA declaró el golpe de estado como una acción que desestabiliza la democracia. México se incluyó en esa oleada de represión al ejército hondureño.

Yo me pregunto, ¿Qué estamos castigando verbalmente? ¿En verdad están defendiendo la estabilidad democrática? ¿No es, ese intento de imponer la autoridad más allá de una constitución, una forma de tumbar esa democracia que se intenta rescatar? Estamos condenando lo que quizá a futuro clamaremos enérgicamente, una vez que nuestro mandatario intente ser más que un simple representante del pueblo.

No es una crítica al gobierno. Es una autocrítica, si esta mentalidad de prejuiciar invade nuestra opinión, antes de analizar la situación. Porque quizá aparezca Felipe intentando motivar al pueblo a ir en contra de aquellas acciones que “pongan en peligro el orden social o político”. O mejor dicho, que pongan en peligro su estancia y poder político y control social.

Es como aquel empresario que, lejos de proveer a sus trabajadores del mayor número de provisiones económicas posibles, le da apoyo moral para que siga laborando como hasta la fecha; como aquel sacerdote pederasta que, no buscando perder seguidores y devotos de la religión que lidera, asegura que el fenómeno se causó “por motivos ajenos a su persona” –en dado caso de resultar comprobado-; como aquel tranza que busca vender objetos a un precio más elevado, intentando persuadir al comprador que la competencia le dará artículos menos eficientes (cuando podría sospecharse del estado del producto que esa persona vende).

Lo ocurrido en Honduras no es más que el reflejo de la ruptura de la tolerancia de las personas; muestra de que la acción social a la que Marx se refería no es sólo una utopía de los pueblos políticamente pasivos, sino una realidad evidente que, al manifestarse, provoca descontentos entre aquellos sujetos con ambición de poder; no un espejismo al cual nunca llegaremos, sino un presente que intenta esparcirse, marcando la diferencia entre la intolerancia y lo intolerable.

La posición de los líderes políticos de México con respecto a Honduras nos permitirá comprender ya sea su ideología de poder y la delgada línea que los separa de la perdición y el inevitable derrumbe, o bien su deplorable cohesión ideológica a un grupo internacional que busca simplemente la pasividad de la masa mediante la pacificación de una sociedad que está más interesada en el partido de la selección ante Guatemala, pero después habrá tiempo de reclamar. La emoción sobre la razón de nuevo.