martes, 12 de junio de 2012 | By: El Nazareno

Pasos atrás

Hoy me reencontré con mi primo. Con un primo con el cual se interrumpió la comunicación por un tiempo. Un priomo maleado por las circunstancias, por la zona, por las amistades, por varias cosas. Un primo que ahora habla ñero, se comporta conforme el barrio lo ha ido formado, y eso lo respeto, porque el respeto es un significado que en nuestros tiempos significa más de lo que imaginamos.

No es ese aspectro el que quiero resaltar. No es el primo que se madrea en los bares por cualquier motivo, aún por causas injustificables. No el que quiere hacerle la vida de cuadritos a un amigo suyo (que, indirectamente, es el mío también).  Hoy no quiero hablar de ese tipo de primo del que quiero hablar.

Hoy quiero hablar del primo que fue a mi trabajo. Hoy me gustaría presentar al primo con el cual crecí, con el cual nos reuníamos cada domingo, día de visitar a la abuela (o abuelita, por aquello de los diminutivos exaltadores) y jugar en la calle intransitada, de sacar la pelota y disputar un partido. Hoy me fue grato recordar a aquél primo que no le importaba jugar a adivinar la canción, o que prefería ir a Reino aventura con toda la familia para convivir con nosotros.

Hoy fue un día especial, porque veía en su mirada aquellos pasajes en los que el "Splash" era la maravilla, y que subirnos a los juegos que nos hacían felices era más importante que andar de bar en bar o disputando el honor burdamente. Hoy me gustó desperdiciar algunos minutos -que se convirtieron en horas- en recordar las bodas, pero más en lo que sucedió en todo lo que rodea a ellas, y saber que podíamos percibir esa armonía de familia que compartimos alguna vez.

Hoy me gusta saber que aún permanece latente esa sensación de las entradas a las mansiones de susto en los parques, esos momentos de escuela en los que era o no importante el estudio, recuerdos de mi hermano, de mi padre, de mi familia y de la suya. Recuerdos sepultados en la memoria, pues ya algunos no se encuentran físicamente para recordárnoslo con materia más viva, porque ya algunos están en otro plano.

Me gustó este día, y no hay cómo expresarlo con palabras, de manera que otros sientan lo que yo sentí al momento de recordarlo, cuando los pesos tenían otro valor, los sentimientos de convivencia eran diferentes y nadie podrá arrancarnos ese cosquilleo por la mente, esa pausa del tiempo que ni el tiempo mismo podrá quitarnos si no es con la muerte misma.

Hoy detuve el tiempo, hice una pausa en el recorrer de la vida, sólo para recordarme que sin recuerdos nuestra vida sería más de lo mismo, sin un retrovisor que, como dice Peña Nieto, nos permita ver hacia atrás. Sin esa pausa, somos ciegos que no detenemos esa motosierra que nos degollará ante el acontecer y las prisas.

Hpy pude parar el reloj que nos pausa. Y me siento satisfecho. Los recuerdos me alimentaron el alma, para el día de mañana -mejor dicho, en unas horas- poder enfrentar el destino de una manera más satisfactioria.