Lo cierto es que basta abrir un periódico para darnos cuenta de cómo se secuestra a una sociedad...

Sería iluso pensar que el poder que ha adquirido de manera gradual el narco sería posible sin el apoyo del gobierno. Basta saber que la nueva oleada de sicarios son exmilitares jubilados, o que muchas de las camapañas gubernamentales fueron apoyadas por los grandes capos.
No es exageración decir que estamos secuestrados cuando ya no podemos siquiera visitar a nuestros parientes que viven en Michoacán, Sinaloa o Tamaulipas con la misma seguridad con la que lo hacíamos hace unos años; no es presunción el referirse a la migración (o el deseo de éste) de los situados al norte hacia ciudades menos peligrosas, fenómeno derivado del terror que se vive en el norte del país.
No es una muestra de paranoia decir que las imágenes de personas colgadas de los puentes las vemos casi a diario y que atemorizan a cualquiera al vivir con el miedo de saber que podría ser uno de nosotros o algún familiar; es una prisión a la vista el saber que cualquier día veremos unas cuantas cabezas humanas desprendidas de sus cuerpos, posadas en algún automóvil y que niños de 8 años las vean con los narcomensajes.
Al contrario, me parece desconcertante y triste a la vez que la Caravana por la Paz, creada por un poeta que sufrió la pérdida de un hijo, les parezca risible a ciudadanos comunes. Con una mentalidad tan cerrada y refugiada en la aparente tranquilidad que brinda el anonimato, creemos que nunca vamos a sufrir por el narcotráfico y que ese tipo de manifestaciones en contra de la violencia son sólo fanfarronadas.
Secuestradores, violadores, narcotraficantes en los estados, narcomenudistas en las ciudades. Violencia, más violencia. Toques de queda no oficiales entre estados. Eso sí es secuestrar a una ciudad.
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