lunes, 19 de octubre de 2009 | By: El Nazareno

¡Maleducados!


Hablamos de un país sin corrupción como si fuera una realidad alcanzablemente ajena a nosotros; nos referimos a una sociedad sin violencia como si no estuviera en nuestras manos el logro; expresamos nuestro estancamiento buscando un motivo que parezca razonablemente culpable.

Vaya ideas sin sentido. Lo imperceptible no funciona en un mundo regido por los sentidos, así como la cultura utópica no sirve en una realidad dinámica. Queremos que la delincuencia sea detenida y tomamos algo ajeno a la primera oportunidad; fomentamos "alzar la voz", pero le decimos al policía que nos dé chance.

Es gracioso que nos imponen leyes para una mejor convivencia, y nos molestamos cuando se nos pide cumplirlas: las escaleras peatonales se crearon para no exponer a los caminantes, pero la subida y la bajada son incómodas; nos irritamos ante un policía de tránsito que nos indica la línea de las personas a pié, y como andantes sin vehículo creemos que el poder es nuestro y nos cruzamos a la mitad de la cuadra, porque ¿para qué ir hasta la esquina?

No es exagerado, en verdad yo también me mofaba de los comerciales de "un delito pequeño lleva a uno grande", pero es una cadena entrelazada; al dar mordida a un oficial de tránsito, ocasionamos que busquen un motivo para imponer una multa de una falta quizá inexistente; nos pasamos un alto creyendo que obtenemos una gran ventaja por unos segundos, cuando lo único que ocasionamos es un riesgo a los andantes a pie.

Aunque parezca ridículo, muchas veces se solucionan innumerables conflictos por un "gracias", "con permiso", "perdón"; pero en la cultura en la que muchos de nosotros nos educamos se siembra la banal y absurda semilla del orgullo, que tantas veces nos impide ser felices (léase el post: "¿tener la razón o ser feliz?).

Educación vial, peatonal, social, hasta sexual; si todo ello fueran apartados en un examen, seguramente la mayoría estaríamos reprobados. Pero, ¡qué importa! De cualquier manera nos sentimos orgullosos de ser los mejores, aunque sea en una clasificación negativa (léase: "a segunda vuelta", "amor y amistad... a la mexicana").