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jueves, 3 de junio de 2010 | By: El Nazareno

Échame a mí la culpa, de lo que pasa...


Desde aquel trágico y lamentable caso de Fernando Martí, la gente que destina gran tiempo a la comunicación en las redes sociales desconfiaron en gran medida del uso de las páginas dedicadas a satisfacer ese deseo. Inmediatamente creyeron que eran víctima potencial y segura del secuestro, extorsión y hasta la muerte con el hecho de registrarse en cualquiera de estas páginas web.

Mark Zuckerberg, Tom Anderson, Chris Dewolfe y demás jefes de las páginas más representativas con la función de redes sociales se han preocupado por incrementar el rigor de la privacidad de los internautas y lo han expuesto en conferencias en las que presentan nuevas versiones de sus páginas, con filtros y demás medidas de seguridad para los usuarios.

Hace unos días leí una nota en msn noticias acerca de la creación de una página de internet que busca sumar integrantes que protesten por los malos servicios de la página de Zuckerberg, facebook. Dicha página es www.quitfacebookday.com y los creadores de este movimiento, unos usuarios de nombres (o sobrenombres) Matthew Milan y Joseph Dee, argumentan que las opciones de privacidad existen, pero que pueden ser difíciles de utilizar para los usuarios promedios.

¿Es verdad esto? yo, como usuario promedio (al menos así me considero) no encuentro demasiadas complicaciones para ajustar a mis contactos -personas que conozco y con las cuales tengo algún tipo de contacto- y cuando alguna persona externa intenta comunicarse conmigo, siempre me pregunta si deseo permitir el contacto o ignorar la invitación. Además, hay una opción que dice "cuenta" en la que puedes editar tus filtros de privacidad, desde quién puede contactarse contigo, hasta quién puede leer tus publicaciones, etc.

¿Qué ocurrió en el caso Martí? El espíritu exhibicionista de muchos usuarios de las redes sociales causa que muchos extorsionadores busquen víctimas en estas páginas; la culpa no es de las redes sociales, sino de un uso indebido de la persona registrada. Evidentemente, siendo hijo de un importante empresario (el dueño de las tiendas deportivas Martí), resulta poco consciente del riesgo el subir imágenes de sus automóviles, los lugares que frecuenta, entre otros signos que indican dos cosas: su alto nivel económico y su desinterés de preservar su privacidad: alentaba a los amantes del dinero sucio.

¿En verdad la solución es dejar el facebook y unirnos a ese movimiento en desacuerdo que, desde mi personal, terco y a veces ignorante punto de vista, no pretende la seguridad plena de la privacidad de los usuarios de las redes sociales, sino un interés personal de reconocimiento a través de este tipo de acciones? Me parece que si la labor fuera la mencionada, la página sería una guía de consejos para tener una correcta privacidad de lo mostrado en nuestros perfiles y no una manifestación "rebelde" que busca solucionar problemas con soluciones extremas o no asertivas.

Desafortunadamente, crecemos en una masa demasiado moldeable, y creemos todo lo que leemos y escuchamos de los grandes líderes que dominan el arte del lenguaje. Quizá yo mismo podría decir en este momento una sandez que, de ser aceptada por los lectores, me beneficiaría sin ser cierto lo que escribo, pero me creen por escribirlo bonito y fundamentado (aunque los fundamentos no sean ciertos o estén manipulados). Ejemplos ya los he posteado en algún momento: la cultura del redondeo y del teletón son tan sólo dos.

Parece que hoy en día existen muy pocos (si es que los hay) movimientos desinteresados y que busquen en verdad una meta común social. Por ello, más vale ser escéptico, que crédulo.
jueves, 27 de mayo de 2010 | By: El Nazareno

Soy parte de... o soy nada


Es una necesidad la cual, si bien no en el aspecto con el que consideramos a las primarias, sí es verdad que es bpasica para el ser humano e inclusive su ausencia puede ser ocasionada por una patología psicológica y a los que la padecen se les conoce como desadaptados sociales: me refiero a la necesidad del sentido de pertenencia.

¿Por qué digo que es una necesidad? Porque desde el momento en el que nacemos, ese sentido lo percibimos; necesitamos sentirnos parte querida de nuestra madre. Al crecer, necesitamos sentirnos parte de la familia. Al pasar a una infancia consciente, buscamos sentirnos parte de un pequeño grupo de amigos de la colonia. Al ser adolescentes, buscamos unirnos a un grupo deportivo o de alguna actividad con la cual uno se sienta identificado.

Hay grupos sociales en todo nuestro alrededor. Al ir a la iglesia, somos parte del
Catolicismo o Cristianismo; si nuestra pasión es leer, buscamos ser parte de un grupo de literatos o lectores de Literatura; si nos gusta el fútbol, le vamos a algún equipo y nos alegramos cuando conocemos a personas con el mismo denominador.

Así vamos creciendo, y nuestro sentido de pertenencia va tomando matices más específicas. Si durante el desarrollo no buscamos satisfacer esa necesidad del sentido de pertenencia, terminamos por sentirnos diferente a todo. Inclusive los llamados "Emos", al tener características en común y cierta organización para reunirse, satisfacen en ese momento esa necesidad.

Pero explicaré la falta de sentido de pertenencia. Se me ocurre un caso muy particular en este momento: el de David Salinger, escritor de "El guardián entre el centeno", quien tiene una historia muy particular: Salinger, según se narra en su biografía, perteneció a un grupo de narrativa, dentro de los escasos estudios de Literatura que tuvo.

También por el lado sentimental estuvo sujeto a ese sentido de pertenencia, más concretamente en la necesidad de afecto. Se casó una vez con una mujer de nombre Sylvia, para después romper con esa union; tiempo después, volvería a casarse y repetir la historia. A partir de entonces comenzó a aislarse psicológicamente del mundo, quizá porque lo consideraba mundanamente superficial y morboso, jugando la prensa un papel importante en su decisión, pues el proceso de transformar lo privado en público y hacerlo llamativo tal vez le resultaba repulsivo.

¿Por qué? No lo sé, pero me permito suponer que es por las actitudes que demostraron personas similares a las de su hija y de Joyce Maynard, una examante. Dieron a conocer aspectos de la vida de David Salinger que nos resultan interesantes por nuestra naturaleza morbosa y mórbida. Declaran estas mujeres que era "adicto" a los programas de televisión "chatarra", así como beber de su propia orina.

La pregunta es: ¿Es eso relevante? No tanto, como el hecho de saber que en el transcurso de su vida campirana o aislada, siguió escribiendo. Pero tal parece que a la gente lo que le interesa es el hecho de conocer aspectos de su vida criticables, graciosos o humillantes (porque no hay otra manera de escribirlo). Pero ésa es tela de otra tijera que ya desmenuzaré en el siguiente post.

Finalmente, no le gustaba a David Salinger que los demás supieran que escribía, porque era parte de su forma de ser; imagino - me lo permito, de nuevo- que no quería sentirse parte de aquella pasarela de escritores desfilando ante las cámaras, sintiéndose parte importante de la sociedad por tener un micrófono frente a ellos y asistir a comidas y veladas materialistas e hipócritas.

El de Salinger, fallecido hace unos meses, es uno de los ejemplos de desadaptación precisamente explicado en este post; quizá el hecho de beber de su propia orina y ver programas basura en la televisión no sean ocasionados por el mismo sentido de aislamiento, pero son indicios que bien pueden relacionarse.

A final de cuentas, tanto Salinger como los Emos, así como los mismos niños de la calle (aunque bien podría citarse el particular caso de los bebés abandonados); todos sentimos esa necesidad de pertenecer, ya sea por mera satisfacción personal o por instinto de supervivencia (como el caso de los niños de las banquetas). Pertenecer, o no ser, parece ser la cuestión.