viernes, 6 de agosto de 2010 | By: El Nazareno

anfitriones incomodados


No era un diálogo por la seguridad, sino un debate de la inseguridad y la violencia que, según el mismo Presidente Felipe Calderón, es previsible que permanezcan entre nosotros por un buen rato.

Con ese optimismo el primer mandatario muestra una realidad conocida desde hace tiempo por varios de nosotros, pero que finalmente asume la responsabilidad innegable del fenómeno que año con año se ha incrementado de manera alarmante, en gran parte debido a la expansión del narcotráfico y la incapacidad de hacerle frente, tanto el gobierno como nosotros, la sociedad.

Justo ahora, cuando Calderón ofrece considerar la legalización de la droga como una opción viable para frenar el tráfico de narcóticos y la violencia generada por la disputa del mercado, después de un sexenio de combate, reconoce públicamente perder una batalla que, de antemano, sabía que no existía la posibilidad de ganar.

Los asesinatos en épocas de elecciones, como la de Rodolfo Torre Cantú, los cuerpos hallados en la narcofosa de Mazatlán o los periodistas secuestrados en Durango, no son sino resultado de ese monstruo que dejamos crecer irresponsablemente. Ello continuará y no se ha encontrado la fórmula adecuada para detenerlo.

Algo es muy cierto: Los niveles de violencia están al tope y parece momento de tomar acciones que en otro momento parecerían incoherentes. Critican que el número de adictos aumente con la legalización, pero eso ya es un problema de concienciación, de educación y de problemas psicológicos que deben ser combatidos desde el núcleo familiar y personal.

La narcocultura se ha filtrado en gran parte de la sociedad y logró convertirse en una moda que incrementa el poder del narcotráfico, que ahora ha tomado un rumbo con actos terroristas e involucra a personas inocentes, que no se relacionan con el narcotráfico de ninguna manera.

Lo hemos aceptado en la sociedad como algo natural y que existe porque "a nosotros no nos hacen nada". Por ese tipo de mentalidad no es extraño que es previsible que la violencia permanezca con nosotros por un rato... un largo, largo rato.