domingo, 10 de mayo de 2009 | By: El Nazareno

¡¡¡A echar pasión!!!

La relevancia cobra sentido, cuando nosotros mismos se lo damos. Es cuestión de percepción. Entre más importancia se le da a un objeto insignificante para algunos, mayor significado tendrá de manera personal. La trascendencia quizá sea nula, pero eso no importa en ese momento.

Es como aquel individuo en busca del amor más prohibido; entre mas imposible sea, mayor es el grado de encaprichamiento personal. Como aquel sujeto que desea de manera obsesiva un objeto que, tal vez para la mayoría, tenga un mínimo valor.
Pero recordar que, sin la relevancia, no existirían los autos clásicos, las subastas, los coleccionistas empedernidos: me atrevo a decir que no existiría el arte (atrevimiento, por demás, exagerado).

No existiría aquel hombre -refiriéndome a ambos sexos, por supuesto- que dedica toda una vida a estudiar algo que tiene inmensa relevancia, y sin embargo, para la mayoría no es más que una pérdida de tiempo: la palabra.

Pasamos la mayoría del tiempo de nuestra vida desechando objetos que consideramos irrelevantes, o en caso contrario, recopilando otros tantos que a nuestros sentidos es de suma importancia. En ambos casos se cae en el absurdo de vaciar por completo nuestra existencia, o de rellenarla burdamente.

De ello depende el equilibrio emocional. Una vez hallado aquello que nos apasiona y le dedicamos el esfuerzo necesario, nos hallamos como un rompecabezas armado. No se puede amar a dos mujeres en el mundo, así como no se pueden llenar nuestras ilusiones con dos pasiones. Encontrada la única, se ama a ésta de por vida.