Hace un tiempo leí un esbozo de ensayo escrito por un excompañero de la universidad acerca de cómo habían evolucionado los juegos y, evidentemente, maldecía los actuales. Me pareció curioso y decidí leerlo completo; creí que aportaría más en el escrito, pero sólo se quedó en una vulgar comparación entre su pasado y el presente de los niños en el Siglo XXI.
Intenté analizar todos los juegos que recordaba, y llegué a la conclusión de que todos están elaborados para estimular al niño y ayudarlo a desarrollar habilidades que, por falta de entrenamiento, tenía notoriamente disminuídas. El ajedrez incrementa considerablemente el razonamiento y la capacidad de elaborar estrategias en la mente del infante, los instrumentos para practicar algún deporte -o simularlo- desarrolla la condición física y la capacidad aeróbica, al tiempo que tonifica los músculos, el balero aumenta el cálculo y el tino, etc.
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Entonces, ¿son mejores los juegos de antes? ¿quizá los actuales? No hay una respuesta absolutamente verdadera y eso es absolutamente cierto. Cada época tiene sus propios medios de entretenimiento que, con moderación en su uso, son buenos para los niños. Simplemente hay ahora una gran industria detrás de los juguetes y ese mercado es altamente remunerante. Dejemos crecer a los niños, que a nosotros no nos hubiera gustado el crecer con ese tipo de advertencias y restricciones en sus pedidos a Santa y Los Reyes Magos... Aunque a mí no me hayan traido la muñeca de carne y hueso que tanto les encargué.
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