Humberto Suazo fue la clave del Monterrey en el segundo partido; hizo un gol en el primer tiempo y durante el segundo se dedicó a participar y elaborar jugadas de peligrosidad para Santos; contribuyó claramente en el impulso del Monterrey a pesar de estar abajo en el marcador global.
Duilio Davino fue lo contrario para los Santos: metió un lamentable autogol para que el club de la comarca lagunera se llevara la victoria en el partido de ida y tuvo otras fallas que casi cuestan otro tanto en contra en la defensa regia. Al final se recuperó y moderó su trabajo en el campo de batalla.
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Los últimos agonizantes diez minutos hundieron a Santos en la desesperación y provocaron un gran desconcierto en la ofensiva santista, circunstancia que los rayados aprovecharon para tejer una defensiva más sólida y un contraataque con una defensiva de Santos descompuesta. El chupete condujo el balón solo, entre dos defensas blanquiverdes y colocó el balón por encima de Oswaldo Sánchez para darle el título a los rayados.
Hoy el fútbol está de fiesta, y Monterrey de júbilo. A partir de hoy la pasión futbolística descansará de manera merecida, para resurgir de nuevo en unos meses, cuando otra liguilla perfile a los nuevos equipos que busquen el combate final dentro de varias jornadas semanales. Pero hoy, para Vucetich y Monterrey, sólo resta bañarse de gloria.
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