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La habitación se ha convertido en un féretro en el que, sin darme cuenta, me ofreces caricias de plástico. Tus dedos mienten, y dejan a su paso un insípido veneno de tristeza que contagia el ambiente y evapora los sentimientos, raspando el espíritu y deshaciendo la pasión.
Tergiversas el amor, puedo deducirlo en cada movimiento de tu cintura. Asemejas una rosa con los pétalos marchitos por la falta de riego. El agua del cariño escacea en este invierno y las lágrimas por dentro ahogan tu verdadero ser; aquél deseoso de recibir besos sinceros y palabras que estremezcan tus sentidos.
¿Dónde está aquella jóven que brillaba como amanecer en primavera al pasear de la mano junto a su enamorado? ¿dónde esa muchacha que poseía una mirada que revivía las flores muertas? ¿Hacia dónde escapó esa niña que se jactaba de ser la más feliz al rozar sus labios con la boca de "su" hombre?
En su rostro se han cincelado las marcas del tiempo, que se ha encargado de demacrar la felicidad en esa mujer. El espíritu podrido y las sesaciones esfumadas han echado a perder la esencia de la inocencia y el amor de adolescente que transpiraba paz y tranquilidad. Ahora sólo eres un saco que contiene mis deseos frustrados viscosos y sólo eso.
Te has convertido en un pedazo de carne que sólo fluye por la vida sin intención ni propósito; un zombie sin saber a dónde se dirige, únicamente impulsada por instintos y nada más. El sexo se ha convertido en tu herramienta para subsistir en un mundo cruel que ha extirpado tu espíritu noble, para dejar un vacío que te absorbe hacia la soledad.
Apenas reconozco esos ojos, que dejan de ser un espejo para convertirse en un pedazo de metal impenetrable. Par de esferas temerosas de mostrar que no existió inherencia entre tu alma y tu cuerpo; el amor aún es un desconocido que toca a tu puerta y temer que se trate de un ladrón, pero recuerda que ya no tienes algo de valor en la residencia de tus sentimientos.
-¿Te vas, tan pronto?
-No es necesario que me quede más tiempo.
-Para tí no lo es.
Guardo silencio, mientras enciendo un cigarrillo. Después de una gran bocanada, el humo se desliza por el viento con suaves caricias en la ventana ligeramente empañada. La ropa tendida en el suelo comienza a revestir mi cuerpo desnudo.
-Quizá no volvamos a vernos.
-No puedo detenerte; lo sabes.
Aquel instante parecía tan efímero y eterno a la vez. Querías parar el correr de las manecillas del tiempo, asesinar a la creación de Cronos, detenerme sólo un minuto más; pero no puedes. Tú esperarás a un cliente más, y yo voy a conseguir más amor rentado.
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