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Michael Phelps, Michael Jordan, Sidney Crosby, Félix Díaz, Muhammad Alí... podría hacer una lista interminable de grandes figuras de los juegos olímpicos, evento que cada cuatro años nos lleva a diferentes expectativas y sorpresas, alegrías y enojos, pero que igual disfrutamos la mayoría gracias a estos atletas.
Los Juegos Olímpicos, desde su gran comercialización y vasta publicidad, ha sido el evento de eventos seguido por el mundial de fútbol, que también se realiza cada cuatro años y ambos eventos están interseparados por dos años para evitar conflictos de calendarios; los Medios de Comunicación Masivos tienen una gran cobertura de lo que acontece en el inicio, en cada juego, competición, y clausura, además de hacer grandes reportajes, sketches... un gran objeto de consumo para el espectador.
Pero siempre dejamos en el olvido a unos héroes que, sin tener gran espacio en los medios, sin millonarios patrocinios y sin causar gigantescas notas en los periodicos ni llenos en los escenarios, realizan un esfuerzo incomparable durante su preparación y desempeño. Me refiero a los participantes de los paralímpicos.
En la televisión apenas muestran pequeños reportajes que buscan -como toda propaganda de los consorcios de las empresas de televisión en nuestro país- promover el sentimiento de lástima y patriotismo heróico que los participantes sin capacidades al cien por ciento (perdón por no utilizar eufemismos) provocan para enaltecer a A. Jean y Pliego indirectamente.
Son sólo una herramienta para atraer mayor aprecio de los televidentes, pero una vez conseguida la misión de transmitir el mensaje, son abandonados a su suerte; apenas impulsados por su gran valentía al enfrentar la vida, continúan un entrenamiento riguroso para darle mayor fuerza al brillo que hay en sus vidas: tener una participación más en los siguientes eventos.
Evidentemente podemos ver a Charles Barkley representar al equipo de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de los 90´s, continuar su trayectoria en la NBA y retirarse para ser comentarista en la cadena de televisión TNT. Sin que sea algo igual de trascendente, es una figura reconocida y en una sociedad idólatra, tiene tratos especiales en cualquier lugar.
Vemos a Fernando Platas, clavadista representante de México en los Juegos Olímpicos, como una figura importante e incluso llamado a ocupar un puesto político en Naucalpan (al igual que la corredora Ana Guevara ocupó un puesto delegacional en Miguel Hidalgo) cuando compitió en Barcelona 1992 sin haber conseguido una medalla; no fue hasta Sydney 2000 cuando obtuvo la de plata.
Gran contraste con Doramitzi González, una nadadora paralímpica que obtuvo 2 medallas de oro, una de plata y una de bronce en Sydney; 3 preseas doradas, una plateada y una de bronce en Atenas 2004 y dos medallas más en Pekín 2008. En cambio, los medios no le han dado el seguimiento que un verdadero orgullo nacional requiere.
Este fenómenos es sencillo de deducir: los MCM lo que desean es rating, el rating alto provoca un mayor ingreso en cuanto a publicidad por anunciar empresas y es difícil obtener el rating cubriendo estos juegos, porque a la gente no le gusta, quizá por ese mismo sentimiento de lástima que la televisión se ha encargado de irrigar en nuestra cultura.
Seguimos en las mismas. Seguimos marginando diplomáticamente a los que son diferentes de la mayoría y mientras esto siga así, nuestro país seguirá dividido por nuestras diferencias: en lugar de procurar una unión más sólida, buscamos esa individualidad que tanto nos separa de la verdadera evolución del ser humano. Ni modo.
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